Fatigoso
día, el que casi concluye. Fatigoso, por el continuo afán de trabajar desde
antes de que el sol naciera hoy. ¡Gracias al creador por el trabajo, y a los
clientes por su confianza! Además, hace días me lesioné una costilla en una
tremenda caída con la bicicleta y al no poder descansar, estoy muy cansado hoy.
Pero bueno, llegará el asueto, y las buenas lecturas y las
reflexiones y cosas de ese estilo. Por mi parte, la liturgia de las horas en la
tarde, es como cada viernes muy penitencial.
Perdóname
Señor, perdonadme personas que junto a mí convivís. No me dedico a la
perfección de una manera sobre valorada. En ese caso soy modesto. Aun así, el
oficio de lectura hoy recomienda desde la carta de Juan (3,11-17) que nos amemos
los unos a los otros. El amor es el origen de la relación de Dios con los
hombres.
No me
resigno a una vida de amor, fraternal, pasional, sensible cuidado, sexual…etc.
Sea como
fuere es amor, y con eso basta y de Dios nos proviene, para compartirlo, para
su disfrute y para expandirlo.
No nos
resignemos al amor, con las personas que merecen la pena. Lo demás no importa,
porque seguro responde a fines determinados. No nos dejemos aun a pesar de la
adversidad de los anónimos, de los contratiempos. Dios, desde la humanidad del
hombre, es mucho más que los poderes los intereses y los paternalismos
desaforados.
No
os olvidéis, no os resignéis, no nos demos por vencidos.
Paz
y bien en esta noche. Yo
Me
marcho. Mañana trabajo desde las cinco de la mañana. ¡¡que madrugón, por
favor!!
Para
orar. A CUALQUIER HORA (recomendación de José Arregui en ATRIO)
Todo menos rendirnos, Señor.
Todo menos sentarnos,
desolados, a esperar la muerte en vida,
la mediocridad, la derrota.
Es solo que solos no podemos…
aunque a veces creamos tener la llave,
la rienda, el timón o la energía.
Es solo que si Tú no enciendes el horizonte
caminamos en círculo hacia ninguna parte.
Es solo que si Tú no incendias
el corazón y la entraña
las piernas no saben adónde ir.
Es solo que si Tú no lates en nosotros
falta el aliento…
… Y por eso no podemos rendirnos,
que Tú no desesperas de nosotros.
(José María Rodríguez Olaizola, SJ)