Bueno, se acabaron los exámenes.
Y la verdad, es que el camino ha sido arduo. En este
instituto, he podido aprender y refrescar la memoria sobre los fundamentos del
cristianismo, la humanidad de Dios y su hijo Jesús, las fuentes de la
moralidad. El gran conglomerado de la iglesia.
La verdad, ha merecido la pena. No por el título,
sino por el logro y la enseñanza asimilada.
A lo largo de estos dos años, he tenido lugar de
estudiar largamente y desarrollar los más de cincuenta temas del gran ciclo
formativo teológico. Es de sobra conocido, que para muchos todos los estudios
que no se desprendes de las facultades propiamente dichas o los seminarios
católicos, pues que como que no cuentan.
Pero esa no es mi preocupación. Mi preocupación
radica en saber poner en pié mi fe y mi formación teolgógica, en el momento en
el que pongo un pié en la calle. Es en ese momento en el que se me puede exigir
mostrar el rostro de Jesús. Quizás incluso tenga yo que escudriñarlo entre mis
conciudadanos y advertir su presencia.
Todo es un misterio. Vivido desde la felicidad y la
serenidad, es un misterio aun más apetecible.
Doy gracias a Dios, por estos años de estudio. Todo aprobado
con sobresaliente y el último ciclo no tiene por qué ser peor.
El lunes, comienzo mi especialización en
pneumatología. El material me lo ha aconsejado un teólogo amigo. El autor del
material, el gran Y.Congar, de la nueva teología francesa. Primero anatematizado
por la católica iglesia y luego condecorado.
En fin, aquí lo dejo sino escribiré más de la
cuenta, jajajajajaja.