3. Disposiciones para orar
El
camino de la oración está determinado por tres acciones concretas que son parte
de un proceso, por medio del cual la persona se adentra en la dinámica orante,
y crece ante los ojos de Dios y de las personas, asentando a cada paso el
fundamento de su vivencia de Dios en el mundo.
Aunque cada persona en función
de sus características propias, afronte el camino orante de una perspectiva
determinada, no cabe la menor duda de que en cada caso se pueden diferenciar
estos tres aspectos fundamentales y básicos: la llamada, la disposición y el deseo de caminar.
Disgregamos estos tres
puntos para profundizar un poco sobre ellos.
3.1 Llamada
Como
el pequeño niño que a base de trompicones aprende a andar, poco a poco. El
cristiano igualmente de una manera torpe e infantil, comienza su proceso de
inmersión en el cristianismo, llevando de la mano –como indispensable-, o
desarrollando una actitud orante.
Imprecisa, inmadura, pero no carente de
sensibilidad a los ojos de Dios -pues cada acción brota desde un corazón que
late-, todos aprendimos nociones básicas para orar y de esta manera nuestros
mayores nos enseñaron a crear un hábito para rezar.
Pero llegados a la plenitud
de nuestra vida y quizás por una causa determinante o consecución de un
profundo proceso de fe, el cristiano siente la necesidad de adentrarse en una
oración adulta, responsable y llena de significado tanto en su contenido como
en su forma desarrollada.
En ocasiones este punto de partida esta causado por
un efecto sobre nosotros, sea de la naturaleza que sea, y al cual podemos
denominar llamada.
Indudablemente
Dios no nos va a llamar ni nos llamará, en cuanto a que no oiremos un
“rrrrring” en el teléfono de casa y Dios nos dirá, ¡venga!.
Como llamada
interpretamos el punto de partida o el momento en el que consideramos que nos
adentramos de una manera responsable en el camino de la oración.
Un camino que
si bien en primer, lugar esta lleno de elementos de mediación o devociones
particulares, se vuelve poco a poco encuentro personal con el absoluto donde se
escucha la voz de Dios.
Ciertamente, el orante procura adentrarse en su
interior, pero el centro de su vida no es ya su esfuerzo humano, ni el vacío
divino, sino el Dios personal que se revela, llamándole a la vida, abriéndole
un camino, pidiéndole una respuesta.
Así aparece en los grandes testimonios de
oración profética: la llamada de Moisés, Isaías o Jeremías:
Exodo 3,2 "Allí se le apareció el ángel del Señor en
llama de fuego, en medio de una zarza. Miró, y vio que la zarza ardía sin
consumirse. 3,4
El Señor vio que se acercaba
para mirar y lo llamó desde la zarza: "¡Moisés! ¡Moisés!". Y él
respondió: "Aquí estoy". 3,5 Dios le dijo:
"No te acerques. Descálzate, porque el lugar en que estás es tierra
santa". 3,6 Y añadió: "Yo soy el Dios de tu
padre, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob". Moisés se
tapó la cara, porque temía ver a Dios. 3,14 Dios
dijo a Moisés: "Yo soy el que soy. Así responderás a los israelitas: Yo
soy me ha enviado a vosotros".
Índice y Bibliografía: http://cartujoconlicencia.blogspot.com.es/2012/08/la-oracion-ii-indice-y-bibliografia.html
(Este material puede ser difundido o utilizado, indicando su autoría y procedencia)
Autor: Florencio
Salvador Díaz Fernández.
Estudiante de Teología Cristiana. Índice y Bibliografía: http://cartujoconlicencia.blogspot.com.es/2012/08/la-oracion-ii-indice-y-bibliografia.html
(Este material puede ser difundido o utilizado, indicando su autoría y procedencia)