1 Un breve repaso a
Fenomenología y Eucología
1.3
Dios
La
estructura de la religión tiene su centro en un núcleo bipolar que consta, por
una parte, de la presencia de una realidad anterior y superior al ser humano, a
la que diferentes religiones se refieren con representaciones distintas: Dios,
los Dioses, lo Divino, el Absoluto, y
a la que atribuyen nombres diferentes tales como Brahman, Tao, Yahvé,
Allah, Ahura Mazda, etc.
Al referir esta realidad se propone la
utilización de la categoría de Misterio definida por los rasgos característicos
comunes a la realidad designada con todos esos nombres: trascendencia absoluta,
íntima inmanencia y presencia originante del centro de la realidad y en el
corazón de la persona.
El
otro polo del núcleo de la estructura de la religión esta constituido por la
respuesta de la persona religiosa a la presencia del Misterio en su vida.
Respuesta que conlleva una actitud de transcendencia respecto de si mismo, como
único medio de acceso a la realidad divina a la cual se quiere llegar.
Realidad
que en cada caso y atendiendo a las características de cada creencia, esta
dotada a la vez de una dimensión salvífica que permite al sujeto que la vive,
realizarse de forma plena y definitiva en el más allá de sí mismo al que le
abre la presencia en él la absoluta trascendencia.
También
este segundo polo del núcleo de la estructura de la religión recibe nombres
diferentes en las distintas religiones y culturas: actitud teologal,
fidelidad, Islam, devotio, bhakti, wn wei (no acción), tantra,
nirvana, etc… nombres que se refieren a unas actitudes parecidas que
reproducen, cada una a su modo, la misma actitud de transcendencia y su correspondiente dimensión salvífica.
1.3.1
Presentación
de un estudio de la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia. (Solo en el power point original realizado por el autor)
1.3.2
Cada
una de estas actitudes esta íntimamente relacionada con el Misterio que
trasciende a la persona, sea cual sea el ángulo desde el que se observe a/l
Dios.
Los
que somos creyentes o formamos parte de tres de las principales religiones del
mundo, al tener en común un sentido monógamo de Dios, le tenemos estructurado de una manera muy
parecida.
El cristianismo y el islamismo, influenciados en gran medida por la
creencia semita (judaica), establece a Dios siempre por encima de la persona,
inalcanzable.
Y por ello un lugar, mientras más alto sea, mas propicio es para
que el hombre se encuentre con Dios.
Para los judíos la aparición de Dios a
Moisés en la zarza ardiente del Sinaí, determino por todos los siglos esta
creencia de que a Dios se va desde lo alto.
Ex 3,2 “Allí se le apareció el ángel del Señor en
llama de fuego, en medio de una zarza. Miró, y vio que la zarza
ardía sin consumirse.”
Así
mismo el Dios que se manifiesta en la montaña a Moisés, es un Dios majestuoso y
aterrador al mismo tiempo. Se establece un límite que no puede ser franqueado
por el ser humano en su intento por acercarse a Dios: la contemplación de su
rostro.
Ver a Dios es morir, pero de igual manera la manifestación que Dios
hace en su determinación de salvar a Israel de la opresión en Egipto, le hacen
mostrar su ternura y humanidad.
Otra
curiosidad que influencio muchos rituales y celebraciones es el afán de los
judíos se aferrarse a todo lo sagrado, determinándolo por medio de la pureza o
la limpieza. Jesús como buen judío, sabía mucho de esto y en su momento se lo
reprocho a sus hermanos de religión:
“Jn 2,6 Había allí seis tinajas de piedra de unos cien litros cada una
para los ritos de purificación de los judíos.”
A pesar de estas cosas o otras muy numerosas que veremos mas
adelante respecto a la oración en las principales religiones, me queda decir
que, aunque del Dios cercano y amigo de las primeras comunidades cristianas se
paso al Dios de la edad media que castiga, subyuga y aflige.
Desde la
revolución francesa y el acceso de la dignidad de la persona en el mundo, se
aprecia un lento pero paulatino ascenso de la teoría primigenia de Jesús de
Nazaret de que el reino de Dios, se encuentra en nuestros corazones.
Este
mensaje de Jesús lleva consigo el amor como
nuevo elemento determinante entre la relación (religación) de Dios con
el hombre y a la inversa.
Ya no es el hombre exclusivamente el que camina hacia
Dios, sino que ambos caminan juntos en la vida y están llamados a encontrarse
en la vida y a entenderse por medio de un diálogo filial, de una grata conversación
de aquellos que se confían mutuamente.
Sentimiento que nos autoriza
legítimamente para llamarle por su nombre mas apropiado, ¡¡abba!!, ¡¡Padre!!.
Autor:
Florencio Salvador Díaz Fernández.
Estudiante de Teología
Cristiana.
Bibliografía:
(Este
material puede ser difundido o utilizado, indicando su autoría y procedencia)