4.2 Naturaleza de la oración
en los Salmos.
La
constante más estable de las oraciones del AT es sin duda su relación con el
plan salvífico de Dios: se ora a partir de lo que ha sucedido, de lo que sucede
o para que suceda algo, a fin de que se dé a la tierra la salvación de Dios.
El
contenido de la oración de Israel la sitúa por tanto en la historia.
Por
su parte la historia sagrada está marcada por la oración; es sorprendente
observar cuantos grandes momentos de esta historia están señalados por la
oración de los mediadores y del pueblo entero, que se apoyan en el conocimiento
del designio de Dios para obtener su intervención en la hora presente.
Solo
algunos ejemplos para iluminar esto, como por ejemplo del libro de los Salmos.
Es
esta una colección de cantos que estaba destinada al culto del templo de
Jerusalén según las indicaciones de títulos que los acompañaban, los cuales con
frecuencia tienen un carácter melódico y litúrgico. Es difícil establecer
cuando recibe el libro su forma actual, aunque en su conjunto esta confirmado
que existía en el siglo III a.C, como parece confirmar:
1 Mac 7,17 "En torno a
Jerusalén han esparcido las carnes de tus santos y su sangre, y no había quien
los sepultara".
respecto de :
Sal 79,2-3 “han
dado el cadáver de tus siervos por comida a las aves de los cielos, la carne de
tus fieles a las bestias de la tierra. Han vertido su sangre como agua por todo
Jerusalén, y no hay quien los entierre.”
El libro de los Salmos es
uno de los mas amplios de la Biblia y esta determinado por muchas experiencias
orantes y de fe. Unificando estas dos expresiones en una sola, podemos ver que
este libro contiene 150 plegarias e himnos de diversos tipos y géneros
literarios y diversos autores, que dan un carácter único y personal al
contenido sagrado escritural.
Como
dijimos en otras ocasiones la Biblia es un camino, un camino de personas que en
su vida tienes diversas experiencias de diversos tipos y condiciones diversas.
Pero este libro de los Salmos engloba todo un hermoso elenco de expresiones
verbales escritas, que dejan entrever la situación espiritual, social, de fe, afectiva,
económica, de destierro, de limpieza de corazón…etc de la persona que
dirigiéndose a Dios, le habla desde tal o cual posición.
Sus autores son variados
aunque destacan las influencias de las corrientes escriturales Elohísta
y Yahísta. Aunque respecto de sus autores destacamos a Coré,
David, Asaf, salmos del reino (Salomón), salmos aleluyáticos,
cantos de las subidas…etc.
En cada uno de ellos se
ensalza a Dios, o se le pide, o se le declama algo, o simplemente se le expresa
una intención, o se conversa con él, o se le reprocha algo.
Los salmos establecidos
desde la antigüedad en el salterio=psaltérion, instrumento de
cuerda que acompaña al canto, aparece en la Biblia en cinco libros cuyos
bloques están delimitados por una doxología concreta exceptuando al último.
Cada uno de estos bloques
se formo poco a poco, aunque fueron alterados en su orden al final de la
composición del libro:
Sal 72, “fin de
las oraciones de David, hijo de Jesé.”
Los salmos establecidos en
los rituales eclesiásticos desde el siglo IV en las comunidades eclesiales y
clericales, pueden ser leídos en la actualidad de tres formas concretas en el
oficio divino o en la celebración de la iglesia:
a. Forma
responsorial, el salmo es recitado o cantado por solistas, y la asamblea interrumpe
de vez en cuando repitiendo uno o algunos versículos.
b. Forma continuada,
el salmo es leído sin interrupciones, bien por el solista, coro o asamblea.
c. Forma alternada,
la asamblea distribuida en dos coros, canta o recita el salmo a dos coros
alternando los versículos o estrofas.
Esenciales son las
antífonas que anteceden y preceden al salmo, estas fueron establecidas para
marcar el ritmo del canto litúrgico y las notas a seguir. En el oficio no
cantado estas antífonas engloban la praxis del salmo en su totalidad,
advirtiéndonos que expresa el escrito.
Aunque tienen un lugar
esencial en la liturgia de la palabra dentro o fuera de la eucaristía, como
nexo de unión entre al AT y el NT, en la mayoría de las ocasiones los salmos
pasan desapercibidos en la celebración de la comunidad, siendo en ocasiones
sustituidos por cantos que nada tienen que ver en la liturgia con el contexto
del salmo. Al término de la lectura de un salmo debiéramos aclamar, ¡palabra de
Dios!.
Autor:
Florencio Salvador Díaz Fernández.
Estudiante de Teología
Cristiana.
Bibliografía:
(Este
material puede ser difundido o utilizado, indicando su autoría y procedencia)