2 ¿Qué es orar?
La
oración en todas las religiones, es la expresión espontánea y común de
cualquier forma de comunicación humana con la divinidad. De manera que es
impensable la existencia de una persona que se considere religiosa, pero que no
practique ninguna forma de oración. En este sentido podemos afirmar, sin
exageraciones, que la oración pertenece a la esencia misma de la experiencia
religiosa autentica.
¿Es
adecuada y definitiva esta definición?
Es
difícil establecer una definición especifica que explicite en cada creencia lo
que es oración, -aquí lo vemos a grandes rasgos-. Se ha dicho que la oración
consiste en la decisión humana que toma posición, mediante palabras, ante la
otra posición que ocupa la voluntad superior y/o divina. Pero ocurre que la
oración presenta mucha diversidad de acentos y variantes, desde la amenaza
hasta la humildad más sumisa, desde la suplica angustiada y temblorosa hasta la
absoluta confianza del corazón.
Pero
en todo caso, cuando el hombre ora, se dirige a una voluntad que el ser humano
sabe que existe por encima de la voluntad humana y de la que la persona espera
una respuesta. En este sentido, la oración en esencialmente un diálogo.
Normalmente, este diálogo apunta a un objetivo muy concreto: se reza –ora- para
obtener algo.
A veces, sin embargo, en la oración no hay sino el simple
desahogo de la disposición íntima de la persona orante, disposición íntima,
piadosa, deferente, amistosa o caracterizada por cualquier otro sentimiento que
pueda tener una persona determinada, sea cuales fueren sus circunstancias.
Por
ello y aunque la oración pueda ser entendida generalmente como un diálogo, en
realidad cualquier ser humano vive experiencias de autentica comunicación con
Dios que no se pueden considerar propiamente como un diálogo. Es más, pueden
producirse situaciones de lucha o sufrimiento en las que una persona expresa
ante Dios lo que siente, que puede ser incluso la desesperación y, a veces, la
maldición de la hora en que vino a este mundo.
Los
Salmos, el libro de Job y otros escritos del Antiguo testamento abundan en
ejemplos de este tipo. Nadie pondrá en duda que estas formas de expresión son
de igual manera una oración, aunque el orante viva situaciones o experiencias
que difícilmente se pueden entender como una relación correcta con Dios.
Sal 13,3 ¿Hasta cuándo tendré desazón en mi alma, y en mi corazón tristeza
día y noche? ¿Hasta cuándo va a triunfar mi enemigo sobre mí?.
Sal 116,3 Me cercaron los lazos de la muerte, me sorprendieron las redes del
abismo, me hundí en la angustia y la tristeza[…]
Las múltiples
experiencias religiosas conocidas en la humanidad, tienen tres manifestaciones
predominantes o incluso funda-mentales:
a.
la
adoración
b.
la
acción de gracias
c.
la
súplica
En el primer
caso el orante se relaciona con Dios como misterio, y se trata de una
experiencia desde la divinidad de Dios, al ser reconocida por la persona que se
sitúa en el papel de creada por él o descendiente suya.
En el segundo
caso, el ser humano se relaciona con Dios como bondad suprema, es decir,
como origen último de todo lo bueno que los humanos recibimos en este mundo.
Finalmente en
la súplica, la petición o la demanda del orante se relaciona con Dios como poder
infinito al que acudimos para pedir auxilio en las incontables carencias
que experimentamos en la vida.
Pero, además de
estas tres formas fundamentales de oración, tenemos que destacar también el
reconocimiento de las propias faltas –llámese pecados-, como expresión
cualificada de la oración. De hecho, así se manifiesta en bastantes religiones
antiguas y actuales, como ha demostrado el investigador G. Widengren. En el
presente caso el ser humano relaciona el natural sentimiento de culpa con el
Ser trascendente y por eso, recurre a Él en demanda de perdón o indulto, para
contrarrestar el desorden interior que experimenta y así recuperar la paz
interior.
Como es fácil
de comprender, al ser nosotros mismos creyentes y personas de fe; en cada una
de las circunstancias vistas anteriormente hay un denominador común, y es que
la oración brota, como practica natural que deriva de la vivencia de
experiencias humanas y de situaciones concretas que vivimos los mortales:
debilidad, necesidad, admiración, satisfacción por haber conseguido algo que se
deseaba, culpa que se siente después de haber hecho cosas que vivimos y
sentimos como maldad.
En todos estos casos, son muchas las personas que
reaccionan –de una manera más o menos consciente- recurriendo a un ser supremo,
a un algo o alguien que nos trasciende y al que denominamos Dios, para
expresarle lo que experimentamos, incluso en los casos en los que la
experiencia que se vive es alguna forma de frustración o hasta de sentimientos
o resentimientos por el dolor profundo que nos causa el abandono o la soledad
en que nos dejan los demás y que nos impulsan, más que a la suplica, a la
protesta.
Esto nos quiere
decir que, por más que intentemos elaborar una exacta teología sobre la
oración, tengamos en cuenta que no hay un resultado preciso, ya que la
experiencia nos enseña que la oración es una expresión espontánea y racional.
Es decir, nadie se pone a rezar porque llega a esa conclusión como fruto de un
discurso o fruto de unos argumentos o de unas verdades bien demostradas.
Los seres
humanos rezamos porque nos sentimos débiles, necesitados, agradecidos,
culpables…etc y sobre estas experiencias los teólogos, entendidos, pensadores y
conocedores de estos campos podrás elaborar teorías teológicas y religiosas
factibles y bien fundadas. Pero debe quedar claro que, si la gente reza, no es
porque se ha aprendido la completa teología existente sobre la oración. La
gente reza porque es propio del ser humano experimentar sus limitaciones.
Y a
partir de tales limitaciones, quienes tienen creencias religiosas acuden al
Misterio Trascendente, sea cual sea la idea que cada uno tenga a ese respecto,
sea cual sea el nombre adjudicado al Misterio, o sea cual sea el camino de
formación o devoción concretas.
Por ello
oración y religión están esencialmente conectadas, ya que lo primero que ha de
tener resuelto una persona que quiere sinceramente hacer oración es vivir
sinceramente una experiencia religiosa autentica. Quien no tiene debidamente
resuelto el asunto de la religión y la religiosidad, difícilmente podrá poner
en practica y vivir la oración con la debida coherencia y sin caer en
peligrosas situaciones de auto-engaño.
Autor:
Florencio Salvador Díaz Fernández.
Estudiante de Teología
Cristiana.
Bibliografia:
(Este
material puede ser difundido o utilizado, indicando su autoría y procedencia)