CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

sábado, 21 de julio de 2012

LA ORACIÓN I. 5.1 LA ORACIÓN EN LA REGLA DE SAN BENITO 5.1 LOS PRIMEROS MONJES


5. La oración en la regla de San Benito.

5.1 Los primeros monjes.


Esta demostrado que el origen del monaquismo data desde los albores del cristianismo, en aquellos hombres que habiendo escuchado de forma oral el mensaje salvífico de Jesús, y su programa de vida explicitado en el sermón de la montaña; ven en este panegírico un modo de ascetismo de vida a realizar, entregándose por entero a su consecución y el consecuente retiro. Los ascetas se distinguían por su desprecio a los bienes materiales, las practicas de la castidad y la mortificación, la meditación de las verdades de la fe y de la oración. 

Al principio permanecían en sus propios hogares, pero la imposibilidad de aislamiento les hizo lanzarse a vivir a sitios apartados en bosques cuevas o grutas, donde igualmente estaban protegidos de las constantes persecuciones. 

Estos sobrevivieron a ellas, pero los ascetas que vivieron en Egipto en primer lugar, Siria y en la Capadocia, debieron dispersarse o más bien refugiarse en desiertos o montañas apartadas.

Por ello al considerar el monacato o monaquismo como institución o modo de vida aceptado por oriente y occidente, no debemos adjudicar su creación a la edad media.

En Tebas existió una gran comunidad conocida de ascetas a la que desde un principio se le llamo Tebaida. Por ello independien-temente de la fe y del extraordinario amor de que dieron prueba por su extraordinaria aptitud a la sobriedad y la austeridad, los ascetas de la Tebaida suministraron al resto del mundo cristiano el poderoso estímulo de un difícil ejemplo a imitar, de una rara virtud, casi sobrehumana.

Resulta impresionante ver con qué vigor, sólo comparable al de los primeros siglos, se desarrolla un impulso general hacia la vida contemplativa y penitente, libre de todos los lazos del mundo. 

Vocaciones individuales de gente resuelta a aislarse en las grutas salvajes o en islas desiertas, vocaciones colectivas de religiosos que formaban como colonias de santidad en un  mundo profano. Tales manifestaciones tuvieron su impulso por todo el margen mediterráneo, llegando a Italia y la Galia de entonces.

Es entonces cuando Juan Casiano (365-430) colaborador de San Juan Crisostomo, coge lo mejor de los monjes primigenios y establece un modo de vida fundando en Marsella hacia el 410 el monasterio de San Víctor. Sus escritos “Conferencias” fueron durante muchos amos de lectura preferente en los cenobios.

Es concretamente un siglo después cuando Benito reúne a sus primeras comunidades, primero en Subiaco y después en Monte Casino hacia el 529, pero nos detenemos aquí un momento para profundizar en la figura del patrón de Europa.






Autor: Florencio Salvador Díaz Fernández.
Estudiante de Teología Cristiana.
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